Desde que comenzó la pandemia, han sido meses desafiantes para todos. En términos emocionales, el distanciamiento social y el confinamiento han generado una serie de problemáticas en las distintas personas. “Si bien los adultos somos capaces de expresar estos sentimientos y emociones, por ejemplo, “estoy cansado del confinamiento”, “cuándo nos van a soltar”, para los niños no es tan sencillo ya que la expresión emocional se expresa desde diferentes frentes: irritabilidad, problemas en la alimentación, desregulaciones en el sueño, poca motivación, etc.”, cuenta Andrés Benítez.

El periodo escolar es una etapa del desarrollo que no puede estar separada del contacto con otros pares. En este sentido, las posibilidades que otorga el colegio tienen que ver con una formación integral, más allá de lo académico.” El contacto con los pares nos permite aprender a contenernos, expresarnos afectivamente, regularnos emocionalmente, nos conecta con la alegría y, en la  edad  de los niños, también es relevante el juego”, argumenta el nuevo coordinador del equipo psicosocial de Fundación Nocedal.

“En sectores vulnerables el contacto con los pares aumenta en importancia ya que, en muchos casos, los niños y niñas en edad escolar viven en casas pequeñas compartidas con muchas personas”, argumenta Andrés Benítez. Las últimas cifras muestran que la realidad de una gran mayoría de las familias en Chile presenta problemas socioemocionales producto de la pandemia, es por esta razón que asistir al colegio es encontrar un espacio de protección, compartir con los amigos y amigas, salir de las problemáticas familiares y disfrutar de otros espacios. Además, la conectividad en las casas es compleja y requiere de muchos recursos que algunas familias no tienen, por ejemplo: espacios para poder realizar las tareas y concentrarse.

“Las clases presenciales desarrollan habilidades necesarias en las distintas etapas del desarrollo. En educación parvularia, por ejemplo, el contacto con los compañeros y compañeras permite ir probando sus habilidades sociales, aprendiendo a hacer amigos, controlar las frustraciones, entender roles y reglas. En la etapa escolar, uno de los grandes desafíos es el desarrollo de la autonomía, que les permite a los niños adquirir y practicar las reglas, los roles, las rutinas y horarios; y poco a poco ir haciéndose más independiente de los padres.

En la adolescencia juega un papel fundamental la relación con los pares, ya que producto de todos los cambios asociados a la edad (cerebrales, biológicos, hormonales y emocionales) se requiere un espacio de contención distinto al que otorga la familia”.